lunes, 5 de diciembre de 2011

Un esfuerzo sobrehumano

He cometido el error de leer alguna crónica sobre el pasado Maratón de Valencia, tan anónima como la mía. No obstante, trataré de que lo que aquí ponga sea todo de cosecha propia. Como veréis, he tardado unos días porque me he estado documentando un poco. Para empezar, unos minutos musicales:

La canción es para Javier Martínez, del Don Quijote, a quien se le torció la carrera semanas antes de empezar, y que me consta que sufrió lo indecible, pero que acabó como un héroe.

La preparación, la alimentación, el descanso y todo había sido según lo planeado, así que la cosa tenía que salir bien sí o sí. Se trataba de mi tercer maratón, pero el primero que me había tomado realmente en serio. Por un lado tenía el miedo a un posible fracaso, pero por otro contaba con suficiente experiencia como para saber muy bien las extrañas sensaciones y pensamientos que se me iban a venir encima a partir del treinta y tantos. A ver si ese 'tantos' podía ser un número alto.

La estrategia, a la cual tenía un único adepto, Lázaro, era la siguiente: salir los primeros 10-12 km a eso de 5:10-5:15 y luego bajar a 5:25-5:30 hasta que el cuerpo aguantara. Si a partir del 30 y pico pegábamos el bajón, ya llevábamos unos preciosos minutos de adelanto como colchón para realizar el objetivo: acabar dignamente, sin caminar, y a ser posible por debajo de las 4 horas.

A eso de las 8:30 ya estábamos todos los congregados (menos Mamen que se nos perdió a la vuelta del guardarropa) en el punto de encuentro. Fotos, vídeos, nervios, plátanos, cinturones, pezoneras, glucosa, brebajes, brazaletes, banderas y más fotos. Abrazos, besos y deseos de suerte.

De izquierda a derecha: Jose Antonio Robles, Luis Gomariz, Ángel Robles, Lázaro Muñoz, JuanRa Martínez, servidor, Jorge Álvarez (amigo de mi hermano), Andrés Rey (mi hermano, claro) y Javier Martínez

Enseguida se cumplió la hora de irse preparando, así que, de manera un tanto desordenada, nos fuimos a la cola del enorme pelotón. A poco más dió tiempo porque sonó una traca que anunció que se daba la salida. Allá vamos.

Nada más salir, ya estamos todos perdidos. Por delante han salido mi hermano y Jorge, pero a las primeras de cambio ya los hemos perdido. Por detrás deben venir el resto, pero también los hemos perdido. Sólo quedamos Lázaro y yo... así que al lío.

Cruzamos el Puente de Monteolivete, que no es tan espectacular ni tan largo como el Verrazano Narrows de NY, pero aquel no tiene a la izquierda el impresionante Palacio de las Artes Reina Sofía ni a la derecha el Hemisféric y el Museo Príncipe Felipe.


Los del Maratón salíamos por el sub-puente de nuestra derecha y no hacíamos la vuelta a la rotonda. Esos son los de la carrera de 10K, muchos de los cuales se aprecia que llevan puesta la camiseta que dieron con la bolsa, de color azul.

Nada más acabar el puente giramos en dirección hacia el puerto, hacia el mar. Vaya por delante que estuve viviendo y trabajando en Valencia unos 5 meses allá por 2003, así que partía con la ventaja de tener visulizado el recorrido, más o menos. En el km 1 se abandona la margen izquierda del antiguo cauce del Turia en dirección a la Plaza de la Armada Española, que es donde acaba la Avenida del Puerto. Desde ahí subimos por J.J. Dómine hacia el Parque de Neptuno donde, junto a la Playa de la Malvarrosa, habíamos comido algunos un arrocito el sábado por la tarde.

Ahí vamos.

No habíamos llegado al 4 cuando ya llevábamos un rato meándonos y empezamos a ver gente que se paraba a hacer lo propio. Así que elegimos un árbol estratégicamente colocado allí a tal efecto (o eso parecía). Tuve que mear mirando de reojo a ver si veía pasar a Luis o JuanRa. Cuando ya el chorro pasó a ser un lento y triste goteo veo, en efecto a JuanRa, que ya me había visto. Le digo a Lázaro que se de prisa y me incorporo al río de gente, bastante ancho y poblado. Empiezo a estirar la gaita a ver si veo a esta gente, pero nada. Aceleramos el ritmo: ¿dónde cojones narices se habrán metido? Dijeron que iban a salir a 5:30, estamos haciendo los km a bastante menos que eso y no los pillamos, ¿cómo se explica?

Si bien en el 4 ibamos algo reservones, a partir de ahí empezamos a correr más sueltos. No nos obsesionamos con el ritmo, vamos cómodos. Yo sólo miro el GPS cuando pita cada km, y me voy sorprendiendo como estamos siempre netamente por debajo de 5:20.

Una foto encontrada, al azar, por la red. Lázaro me pisa los talones (el de naranja fosforito, manga larga y ¡guantes!). Por las caras creo que aún no habíamos parado a mear.

Giramos a la izquierda y cogemos la Avenida de los Naranjos, donde está la mayor parte de las Facultades y Escuelas Universitarias de Valencia. Ahora le damos la espalda al mar, así que vamos en ligerísima cuesta arriba. Rotondón y giro a la izquierda otra vez, paralelos al mar y de cara al cauce del río, así que vamos ligeramente cuesta abajo. Giro a la derecha por Blasco Ibáñez, una avenida larguísima, que se hace eterna pues recorremos más de 1 km por ella. La avenida está salpicada de gente que, en chándal, ha bajado a por el periódico, a pasear al perro y/o a por churros. Al llegar a Ramón Llull giramos otra vez a la derecha (ojo, ya estamos en el 7) otra vez hasta la Av. de los Naranjos.

Las sensaciones hasta ahora están siendo muy buenas. Vamos a un ritmillo cómodo, más o menos lo que habíamos planeado, sin obsesionarnos de ir más rápidos o más lentos. Quizá vamos adelantando a gente (es fácil, porque hemos salido prácticamente los últimos), pero no se aprecia mucho. Antes de llegar al 9 adelanto y saludo a Manolo Jiménez del C.A. Albacete. Nos deseamos mutua suerte y seguimos.

Al fondo se ve la parte superior de las gradas de Mestalla. Vamos a llegar, cuando rebasemos el estadio y la avenida donde está, al 10. Allí he quedado con mi mujer y la de mi hermano para que nos den ánimos. El estadio del Valencia C.F. presenta un estado bastante apocalíptico, por llamarlo de alguna manera. Está como a medio hacer, a medio reformar. Seguimos "cuesta abajo" (siempre que ponga "cuesta" se entiende que es una pendiente muy suave pero apreciable) y el público está muy presente, puesto que hay varios puntos estratégicos donde, si vienes de acompañante, puedes ver la carrera sin andar mucho. Parece que todo el mundo ha pensado lo mismo: vemos la salida y luego nos vamos al 10, que está en la Plaza de Zaragoza.

Para no perdernos, le he dicho a Maria Jesús que se pongan a mi derecha lo más cerca posible de la pancarta del 10. Dicho y hecho, allí están con una bandera de España. Ánimos y adelante, que aún queda mucho.

Mogollón de gente en esta foto del km 10 y pico. A la izquierda, detrás del tío de la gorra blanca, se me ve de refilón. A Lázaro se le ve mejor, un poco a la derecha de la imagen.

Tiro el botellín de agua que había cogido en el 5 y cojo otro en el avituallamiento del 10. Empieza a mosquearme la ausencia de isotónica en botellas y la presencia de vasos de cartón tirados en el suelo a centenares. Me parece a mí que la isotónica la están dando en vasos y sólo a los que marchan delante. Para nosotros no está habiendo, y no te cuento nada de los que deben venir por detras que deben ser  más de 1000.

Mentalmente calculo que vamos a una media algo más rápida que 5:30, porque hemos hecho varios lentos, pero muchos rápidos. Cogemos agua, cruzamos un puente y nos metemos en el casco histórico de la ciudad, la zona más señorial y monumental. Adelantamos a una mulatita que ¡Santa Madonna, qué pitones! Pasamos junto a Capitanía, el Parterre, la Plaza de la Virgen, la Plaza del Ayuntamiento (donde se hacen las mascletás y se asoma Rita al balcón), para después salir dándole la vuelta al centro histórico por las calles de Colón, Plaza de Toros, Estación del Norte (que más bien está hacia el sur de la ciudad) y Guillem de Castro. Desde hace un rato noto la parte delantera de los muslos (¿cuádriceps?) algo cargada. Ojo, porque aún estamos en el 15. Se lo digo a Lázaro por si las moscas, pero él va bien. Adelantamos a otro albaceteño, Jesús Alarcón, que con tanta obsesión ha preparado esta prueba; me extraña alcanzarle y tan pronto, pero me confiesa que lleva un dolor en la parte trasera del muslo y que quizá se tenga que retirar.

En vez de irse al 10, Agustín se fue a una calle más fotogénica, allá por el 13, obteniéndo estas instantáneas del que os escribe estas líneas.

En el cinturón que JuanRa me prestó a última hora llevaba 3 plátanos (uno detrás que se me cayó o me lo robaron; el otro ya me lo había comido así que sólo quedaba el que se ve en la foto), y 5 ampollas de glucosa (una de ellas escondida y de emergencia) así como pañuelos, alguna moneda, el móvil embolsado herméticamente y poco más.

Como véis, la carrera estaba muy concurrida. Parece, por mi postura, que la foto anterior es una ampliación de esta. Pero no: fijaos en el tío de la gorra que va detrás de mí, sale de otra manera.

Pasamos por las Torres de Quart que me impresionan porque las recordaba bastante más pequeñas, y llegamos otra vez al antiguo cauce, cruzando éste por el Puente de las Artes, hacia el norte. Me sigo sintiendo pesado, y psicológicamente algo preocupado, porque queda muchísimo y me estoy empezando a atocinar. Menos mal que los ritmos van siendo los previstos para estas alturas de la carrera, incluso más rápidos diría yo. Me distraigo con Lázaro comentando cosillas, porque no quiero tener la mente ocupada en malos rollos sobre la carrera. Además, por primera vez, aunque sé más o menos donde estoy, no me suenan las calles absolutamente nada, y eso que yo estuve viviendo junto al 17, en la Avd. de Campanar. Pero, ya digo, voy por unas calles que no me suenan nada y deberían. Además vamos cuesta arriba. Son los peores momentos de lo que llevamos corrido, con diferencia.

Al pasar el 17 giramos a la izquierda y enfilamos una enorme avenida que no sabría deciros cual es si no es porque lo he mirado mientras escribo esto: la Av. del General Avilés. El entorno me resulta extraño aunque paso por un ECI que me resulta familiar. Poco a poco se me va pasando el mal rollo cuando volvemos a girar por la calle del Maestro Rodrigo en dirección al barrio de Nou Campanar. Damos la vuelta en una gran rotonda y nos dirigimos hacia el sur, cuesta abajo. Ahora toda Valencia está a nuestra izquierda, quedando el campo a la derecha. Me como otro plátano y bebo agua. Seguimos avanzando.

A todo esto, y a pesar de que yo calculaba que llevábamos un ritmo de 3:45, únicamente habíamos pasado a los prácticos de 4:30 (sobre el km 5) y de 4:15 (más allá del 10), pero de momento ni rastro del portador del cartel de las 4 horas. Pero mira tú por dónde, cerca del 20 lo empezamos a ver, con un inconfundible grupo de seguidores a su alrededor. Y entre ese grupo, ¡cóño, si es Mamen! Poco a poco, sin prisa pero con soltura, vamos dando caza al grupo con idea de adelantarlo. Lo peor está pasando y me vuelvo a sentir muy bien, con ganas de tragarme los km que me quedan. Me pongo al lado de Mamen y charlamos. Se perdió en la salida y, a falta de otro referente, se unió al grupo de las 4 horas. Le digo que nosotros vamos más rápidos,  pero que tenga cuidado, porque el tío de las 4 horas también, y que lleve cuidado no vaya a fundirse.

Mientras charlamos, Lázaro se adelanta unos metros. Se nota que va más fuerte. Le vuelvo a coger y vamos juntos hasta la media maratón, que pasamos en 1:54 y pico. Continuamos cuesta abajo y yo estoy bastante recuperado, me siento bien. Pero él se siente mejor y me dice que va a tirar, que si no me enfado. Por supuesto que no, cada uno tiene que hacer su carerra en base a sus sensaciones y, aunque podría haberle seguido, decido que se marche. Nos deseamos suerte y empieza a alejarse. Creo que es un error, que a alguno de los dos nos puede pegar el pajarón y que en compañía lo llevaríamos mejor, pero en fin.

Estamos en la Av. de las Tres Cruces. Es una calle de ida y vuelta en la que de momento voy cuesta abajo. Como me he estudiado que son unos 3 km y medio cruzándome gente en un sentido y otros tantos en el contrario, sospecho que ninguno de mis conocidos me va a sacar 6 km de ventaja a estas alturas, así que de momento me relajo y me concentro en acostumbrarme a la relativa soledad. Relativa porque, aunque sospechaba que el río de gente se iba a estirar muchísimo, todavía vamos bastantes. Soledad porque ya no puedo hablar con nadie.

Cuando ya llevo un buen trecho bajando, a un ritmo de unos 5:20 según canta mi reloj, voy entreteniéndome y distrayéndome con la gente que me cruzo. A Lázaro aún lo diviso a menos de 100 m. Me pregunto de qué color irá mi hermano. Salió de gris, pero creo que tenía pensado dejarle esa prenda a mi cuñada en el 10. Espero que sea él quien me vea a mí y, según voy pensando esto, justo cuando la mediana llega a su máxima estrechura, me ve y me grita ¡¡ALBERTO, VAMOS, QUE YA LO TENEMOS HECHO!! y yo le digo ¡¡SIII, QUÉ TAAAL!! y me grita ¡¡BIEEEN!! Y de verdad se le ve bien. Es más o menos mi 23, así que el debe ir por el 24 ó 24 y pico. No me he dado cuenta si Jorge iba con él.

Sigo bajando, bastante contento, bastante animado, y con un trote lo suficientemente alegre y suelto. Claro, que voy cuesta abajo; veremos cuando tenga que deshacer lo andado y subir esa misma cuesta que, aunque suave, me temo que se me va a agarrar. Pero bueno, eso será dentro de un rato. Ya estoy a punto de llegar al sitio donde se da la vuelta, porque me acabo de cruzar con Lázaro aunque él creo que no me ha visto. Buf, empieza la subida, pero me lo tomo con calma. Son 3 km en los que no me quiero obsesionar, hay que dosificarse porque estoy entre el 23,5 y el 26,5 y voy cuesta arriba y solo.

Me entretengo en mirar con quien me cruzo, ahora los que vienen detrás de mí. Al poco de dar media vuelta encuentro a JuanRa y Laureano, que vienen juntos como prometieron. ¿Qué pasaría cuando terminé de mear, que salí tan rápido que los dejé atrás creyendo que los tenía delante? Han debido adelantar a Mamen, que es la última referencia que llevaba por detrás. Al momentillo me la cruzo. No lleva muy buena cara y no se la ve muy rápida. En unos 4 km la he debido meter más de 500 metros de ventaja, lo cual no es muy normal. El reloj pita y el ritmo no ha bajado casi, lo cual me alegra. Además voy bien, a pesar de la suave cuesta.

La mediana se hace más ancha. Más que una mediana, es un paseo, al estilo de nuestro Parque Lineal pero sin tanto árbol, así que a lo lejos se puede distinguir a la gente. Me fijo y veo a Javier Martínez del Don Quijote. Le pego un grito enorme y me ve, y nos saludamos con el brazo (habrá más de 50 metros). Al ratito veo al grupillo con mi Luis junto a los hermanos Ángel y Jose Antonio Robles. Esta vez no hace falta vocear, nos vemos mutuamente a lo lejos y nos saludamos con grandes aspavientos. Desde hace un rato vamos compartiendo calzada con coches, autobuses y motos. Es un poco feo ir corriendo así, pero hasta en el Maratón de Madrid tienes algunas calles así. Poco a poco voy adelantando gente, y mi reloj me dice que voy a buen ritmo, siempre más rápido de 5:30. Veo dos tíos con unas camisetas conocidas del Circuito de Albacete, dos Keniatas. Cuando los adelanto les digo lo mismo que a todos los conocidos: "¡¡Vamos esos de Albacete que son más valientes que la madre que los parió!!", y cuando se dan cuenta que soy del Dosquince me dicen "¡Venga ese Dosquince!". Estoy casi en el 26... ¡adelante!

De este tramo no he encontrado fotos, pero alguien se puso allí con una cámara de vídeo y grabó esto. A los que no corrísteis, os sirve para haceros una idea de cómo era el tramo. A los que corrísteis, os servirá de recuerdo. ATENCIÓN al minuto 16:20, en el que vemos pasar a JuanRa y Laureano. La música de 'Carros de Fuego' es realmente ambiental, y como hay un camión de bomberos regando, quiere decirse que es aproximadamente el km 22 y medio.

Finaliza por fin esta calle de ida y vuelta y empezamos a correr otra vez paralelos al cauce antiguo del Turia, por el Paseo de Pechina. Desde aquí hasta el final ya no volvimos a compartir tráfico con coches, pero sí con bicicletas. Hay que ver la cantidad de ellas que, antirreglamentariamente, iban acompañando a algún amigo y molestando a los demás. Hubo un momento en que le tuve que llamar la atención a uno porque veía que encima me iba a tirar el muy capullo.

Llegamos a un túnel al que hay que bajar. Aprovechando la curva vertical cóncava, veo que Lázaro sigue a tiro de piedra. Algunos, dentro, gritan alguna chorrada aprovechando el eco. Los más, vamos serios y concentrados. Cuando salgo del primer túnel, después de un breve repecho, me noto muy suelto y me dejo llevar. Me sorprende como con casi 28 km a cuestas aún soy capaz de llevar un ritmillo cómodo y ligeramente vivo. Otro túnel. Creo que fueron tres en total. Eso termino por descojonar la medición de la distancia que iba haciendo el GPS, porque llegó a perder totalmente la señal satelital. Aunque ya iba marcando unos 300 m de más allá por el 26, así que no me importó demasiado.

Al salir del último túnel pasamos junto a las Torres de los Serranos, preciosas, y seguimos un rato junto a los Jardines del Turia. Dada la hora que es, se ha empezado a congregar bastante público y la cosa está bastante animada. Sigo prudente, sin tirar la casa por la ventana, pero a ritmo cómodo y ligero. Voy adelantando a cada vez más gente. El 30 está muy cerca, justo sobre el Puente del Real, en el que volvemos a cruzar hacia el Paseo de la Alameda. Justo a la entrada del puente alcanzo a dos miembros del Club de Tarazona, Diego y Carmen. Les vuelvo a decir lo de "¡¡Vamos esos de Albacete que son más valientes que la madre que los parió!!", les deseo suerte, me dice Diego que van bien, yo les digo que de momento también, y sigo. Una parte de este tramo se puede ver en este vídeo, en el minuto 3:50.

También salgo, detrás de los protas, en el minuto 0, segundo 45.

Sobre el puente hay unos animadores, pero ya me va haciendo poca gracia tanto esto como los grupos de rock que hay repartidos por el recorrido (no me da la impresión de que le pongan mucho empeño, la verdad). También hay, de vez en cuando, algun@s vestidos de faller@s y tocando una especie de trompetillas, flautas o gaitas, no lo sé muy bien. Tampoco sé si los ha puesto la organización o se han puesto ellos por amor al arte.

Imagen del paso por el puente que os digo. A mí se me ve fácil, pero fijaos bien: detrás de mí hay dos chicas; la segunda, la que lleva la rodillera gigantesca y el pantaloncito rojo, es Carmen, la que os decía del Tarazona. A la derecha de la imagen hay un tío de amarillo, pues detrás está Diego, con gorra y gafas de sol. También se ve, de los dos del club TKU que van grabando el vídeo anterior, uno de ellos: a mi izquierda, en la imagen, hay un 'viejo' de blanco, calvete; pues el de naranja que hay detrás de él.

El 30. El mítico muro. Yo no le tengo miedo. Le tengo miedo más bien al tramo del 32 al 34, que es donde las otras dos veces me atizó el Tío del Mazo. Pero en el 32 me esperan Maria Jesús y Quini, así que voy mentalmente bien preparado. Además, los km siguen cayendo a ritmos razonablemente altos, en torno a 5:20. Espero no arrepentirme, pero es que no puedo correr más despacio. El Paseo de la Alameda es cuesta abajo. Es una calle anchísima, totalmente cortada al tráfico, pero hay mucha gente y los corredores vamos por un 'pasillo' de unos metros de ancho. Es un lugar estratégico para el público puesto que el 10 está cerca del 31-32, y de aquí a la meta también, con margen suficiente para que ellos vayan de un sitio a otro mientras nosotros corremos dando un rodeo. Por fin veo que en el avituallamiento del 30 les quedan vasos con isotónica. Cojo uno, que está medio vacío, y me paro para beberlo, pero me atraganto, toso varias veces y lo tengo que tirar, así que cojo el enésimo botellín de agua y prosigo tratando que la falta de sales no me afecte.

Agustín me vió y me tiró esta foto y la siguiente. Yo al él no le ví. Debió ser pasado el 30 y antes del 32, porque claramente es el Pº de la Alameda. Además, ya le he dado la vuelta al cinturón y faltan 2 de las 4 ampollas de glucosa que se ven, las que me tomé en el 25 y en el 30.

En la anterior foto parecía que iba casi andando, pero en esta tengo una pose mucho más dinámica.

Del 30 al 31 me salen 5:23 y del 31 al 32 otros 5:23, así que voy tan contento como preocupado por un posilble ataque del Tío del Mazo. También voy expectante buscando por el carril de mi derecha, a ver dónde están mi mujer y mi cuñada. Rebaso la Plaza de Zaragoza y veo el Palau de la Musica (el que se hizo mucho antes que la Ciudad de las Artes), entrando en una zona adoquinada pero cómoda, muy uniforme y cuesta abajo. Por fin las veo, con una bandera de España. Me aplauden a rabiar, pero yo no quiero parar por nada del mundo, así que les digo simplemente: "¡Voy muy bien, voy muy bien!", lo cual es la verdad.

Hete aquí las incondicionales animadoras de ese día. Kilómetro exacto: 31+600, llevando yo 2:50:30. Debieron calcular que lo de "Voy muy bien, voy muy bien" era de verdad.

Estoy muy cerca de la Ciudad de las Artes, pero sé que me queda dar una vuelta de unos 10 km, un amplio cuadrado con, más o menos, 4 larguísimas avenidas que vuelven a acabar en la Ciudad de las Artes y las Ciencias. Efectivamente, llego ya a una rotonda donde vuelvo a abandonar el antiguo cauce del Turia. En esa rotonda oigo un "¡¡Ánimo, Alberto!!" y, creyendo que es alguien que ha leído el dorsal personalizado con mi nombre, giro la cabeza y... es la mujer de JuanRa. Le doy las gracias y cierro el puño y aprieto los dientes para hacerle entender que voy con fuerzas.

Esta es la cuarta de una secuencia en la que aparezco dando la vuelta a la rotonda donde estaba Mª José, la mujer de JuanRa. La rubia de amarillo que viene detrás, una extranjera, ¡qué dura era la cabrona! Compartí con ella muchísimos km en los que nos adelantamos mutuamente. También se ve en la foto que he puesto del km 10.

Sigo un rato por una calle que creía que era la que subiría otra vez hacia el Campus, pero nos vuelven a meter a la izquierda, esta vez por la calle del Padre Tomás de Montañana, de la que me acuerdo que sí iba perpendicular a la Av. del Puerto y a la Av. de los Naranjos. Así que me armo de paciencia porque son unos dos km cuesta arriba. Sigo adelantando a más gente, tampoco una exageración, pero no paro. Cada vez se ve más gente andando, aunque no demasiada, y también un buen puñado que llevan un ritmo muy, muy lento. Van fundidos y les quedan muy pocas fuerzas, pero tratan de aguantar a pesar de que quedan casi 10 km. Les va a tocar sufrir un rato pero es que claro, es un maratón.

Al poco de empezar la calle paso por el 33. Miro el GPS y me ha salido en 5:24...¡¡Bien!! Ánimo, adelante, adelante, sin parar. He planeado tomarme las 3 ampollas de glucosa que me quedan de modo que a cada una le correspondan después unos 3 km de carrera. Una la tomo en el 33, otra en el 36 y la última en el 39. Trato de mentalizarme de que no es cuesta arriba, de que es llano. Sigo a mi ritmo, que me sigue pareciendo más que decente. Por suerte en esta calle da la sombra casi siempre, porque ya he tenido que echarme un poco de agua fresca en la cabeza una vez: se me empezó a cocer un poco la almendra en la Alameda con el sol de cara.

Cruzo la Avenida del Puerto. Sigo. Cumplo las 3 horas de carrera. Estoy casi en el 34, voy muy bien. Puedo empezar a hacer cálculos suponiendo ritmos lentos a ver si salen las cuentas: si estuviera en el 33 y si me salieran los 9 que me quedan a ritmo de 6 min/km, entraría en meta en 3:55-3:57. Espero no llegar a 6 min/km, así que le podría pegar un buen pellizco a las 4 horas. Ya veremos. Cruzo Blasco Ibáñez. Sigo. Otro km más, en 5:19: cojonudo. Desaparecen los edificios grandes y residenciales, empezando el pre-campus. Me vuelve a pegar el sol. Empieza a haber otro tramo con menos público. Adelante, adelante, el 35 está a tiro de piedra.

Veo al fondo como otros giran a la derecha cogiendo la Avenida de los Naranjos, cuesta abajo, dirección Malvarrosa. Uno de ellos es, claramente, Lázaro, que me saca unos 100 m como mucho. Hace 12 km que nos separamos y aún está ahí. Ánimo, vamos bien. Detrás de Lázaro veo a otro conocido: Jose Antonio Oliver del C.A. Hellín. Aprecio que va despacio, así que me parece que le voy a alcanzar más temprano que tarde.

Sigo un buen trecho y veo una aglomeración de público... ah, no, es un avituallamiento. Hay un arco y un speaker. Bebo un último trago del botellín que llevo y lo tiro, cojo un vaso de isotónica y me paro para beber. Trago poco, la verdad, pero pienso que a estas alturas poco me va a hacer. Eso sí, cojo el omnipresente botellín de agua que voy racionando a ritmo de una quinta parte de la altura del botellín cada kilómetro, para así llegar con el botellín prácticamente vacío al siguiente avituallamiento y vuelta a empezar. Oliver se ha parado a caminar. Le saludo y le doy ánimos, pero ya no puedo decir lo que les he dicho a todos los conocidos de Albacete, puesto que estoy en una fase mental de absoluta concentración en lo que hago. No puedo permitirme el lujo de despistarme. Del 34 al 35 han sido 5:20. Excelente. ¡Vamos!

Termina la avenida en el 36. Como el GPS lleva un desfase grandísimo, del orden de unos 400 metros, empiezo a pulsarle al LAP para que mida desde cartel a cartel, justo los km que pone la organización y no los que mida mi aparato, que va desfasado. He empezado a notar una gran pesadez en las piernas, así que he bajado notablemente el ritmo. Y es cierto, porque me sale ese km (de la organización, como todos los que diga de ahora en adelante) en 5:33. Aun así no está mal, pero el calor me está perjudicando. Me voy echando más agua encima y bebiendo más. Ampolla de glucosa y sigo.

Giro a la derecha y empiezo a bajar en paralelo al paseo marítimo de la Malvarrosa. No hay ni una sombra y me noto pesado, pero voy muy bien de media y no quiero cagarla. Prefiero correr un poco más despacio a explotar. Al cabo de un rato oigo una voz conocida a mi espalda que dice "A ver ese tío de los plátanos". Es JuanRa, él solo. Ha dejado la compañía de Laureano en el 35, que estaba un poco fundido. Me iba viendo desde hacía rato, pero ha tenido que esforzarse para cogerme (¡nos ha jodío, después de 36 km te cuesta hasta levantar el botellín!). Compartimos unos metros y, para darnos ánimos, gritamos nuestra palabra talismán: ¡¡ABRACADABRA!! Aunque de momento no está haciendo falta, siempre es un consuelo decirla. Pasamos por la pancarta del 37 juntos: 5:44 a estas alturas me parece bastante bien. Le digo que si quiere puede tirar pa'lante, que no le quiero frenar y que afortunadamente no me hace falta su compañía, que lo voy a conseguir aunque me toque sufrir un poco. Me pregunta por Lázaro y se lo señalo, va ahí delante. Quedan sólo 5 y JuanRa se va, aparentemente bastante fresco.

Foto junto al Parque de Neptuno, ya llegando al final de la Malvarrosa, después de 'la despedida'. Yo voy al fondo a la izquierda y JuanRa circula entre los de rojo del segundo grupo. Como tenía bastante calor le pedí al bombero que me echase agua... ¡y qué de puta madre bien me sentó!

Por toda esta zona hemos hecho el primer tramo del maratón, pero en sentido contrario. Pienso que la meta está a la vuelta de la esquina, intentando visualizar mentalmente el recorrido. Mi ritmo empieza a ser preocupantemente cansino y lento, pero calculo que está bien para llegar como yo quiero. Eso sí, no me duele nada, la respiración la llevo bien, los ánimos también, así que, ¿por qué no hacer un esfuerzo y tratar de llevar un ritmo un poco más ligero? Aprieto en la medida en que me es posible y al paso por J.J. Domine está la pancarta del 38. Me sale en 5:36 lo cual me motivó como no sabéis como.

Pero cada km se me está haciendo eterno, he perdido de vista definitivamente tanto a Lázaro como a JuanRa, y al pasar por el final de la Av. del Puerto y abandonar las calles que van paralelas a la costa y en torno al puerto y meternos otra vez hacia el centro de la ciudad, el paisaje me empieza a parecer árido y desconocido, las piernas me piden un descanso y se lo doy, aflojando un poco el ritmo. Por fin, después de adelantar a decenas de corredores que están al límite, muchos caminando, diviso el 39. Este es el km más lento del maratón, realizado en 5:54. Me tomo la ampolla de glucosa de emergencia, la que llevaba oculta.

Diviso al fondo unas calles conocidas, edificios altos de barrios nuevos que se construyeron en el entorno de la Ciudad de las Artes y las Ciencias. Veo que los corredores empiezan a girar a la izquierda, y creo recordar que esa es la calle Menorca, que lleva directamente, cuesta abajo, a la rotonda donde empieza el Puente del Grao, el que separa el Museo Principe Felipe del nuevo edificio del Ágora y el Oceanogràfic. Es decir, el puente bajo el cual han dispuesto el avituallamiento de meta. Ánimo, ya queda menos... vamos, pensamientos positivos. Aprieto un poco más, al fin y al cabo no me duele nada. Empieza a haber bastante público otra vez, y animando. Llego a la rotonda, veo los edificios de la Ciudad de las Artes y las Ciencias de nuevo, esto se está acabando. Empieza otro tramo en el Paseo de la Alameda, pero ahora en ligera cuesta arriba en vez de cuesta abajo. Por aquí deben de haberse puesto otra vez Quini y Mª Jesús, pero ahora voy con pocas ganas de ir mirando.

Ahí, por fin, la pancarta del 40. Del 40, nada menos. Se lo digo en voz alta a los de al lado. Me ha salido en 5:26, así que voy estupendamente, sabiendo que ya está hecho. Pero ojo, cuidado, no vaya a ser que se me suba un gemelo o algo así. Sigamos piano-piano hasta el final, que 2 km pueden hacerse larguísimos. Último avituallamiento. Aunque hay isotónica, yo ya voy a piñón y pillo el último botellín de agua. Sigo más y me hacen dar la vuelta a una rotonda en la que alguien grita "¡Ánimo, Dosquince!", miro y veo a un tío de mi edad más o menos, pero no sé quién es. Le saludo y le grito "¡Gracias!".

Un poco más adelante, habiendo rebasado ya completamente el Palacio de las Artes Reina Sofía, justo antes de cruzar el último puente sobre el antiguo cauce, están allí otra vez Mª Jesús y Quini, animando sin parar. Les hago el gesto de los puños cerrados y la sonrisa. Esto ya se ha acabado, lo voy a conseguir. Avanzo un poco más y vuelvo a girar a la izquierda, ahora sí, para encarar definitivamente la Ciudad de las Artes y las Ciencias. Es la pancarta del 41. Ya no importa, pero del 40 al 41 he tardado 5:36. No sé cuánto tiempo llevo, pero va a ser un tiempazo...

El final de un maratón que se te da bien es una locura. Yo ya había participado en otros dos, ambos en Madrid, en 2008 y 2010, pero los había terminado caminando durante varios km y totalmente fundido y derrotado. Pero cuando, como me pasó a mí el otro día, ves que toda la preparación, los interminables trayectos, los incontables madrugones, las prisas, las duchas acabando siempre con agua fría en las piernas, los análisis de cada entrenamiento, la vigilancia del peso, la preocupación porque las molestias no deriven en lesiones, TODO, cuando ves que vas por el 41 y has llevado buen ritmo y no te has parado a andar y vas a acabar, es una sensación indescriptible.

El último tramo de calle asfaltada y cortada al tráfico, la calle del Alcalde Roig, otra vez la margen derecha del antiguo cauce (o 'vora dreta riu' como la llaman aquí), está llena de gente. De repente torcemos a la izquierda por una rampa, cuesta abajo, hacia una zona con vallas a los lados para separar al público de los corredores. Tambores y el corazón se pone a mil por hora. Hay mucha gente y todos aplauden. Sigo y dejo a la derecha el impresionante Palacio de las Artes Reina Sofía.

Al fondo, arriba, el Puente de Monteolivete desde el que salí hace casi 4 horas en busca de ese viaje imposible, de esa distancia por encima de los límites recomendados por la Medicina. A mi izquierda me ven los familiares de Laureano y les brindo un rugido con rabia. Disfruto como una bestia mientras sigo corriendo como si fuera en una nube. Última curva a la derecha, km 42 y subo a la plataforma sobre el estanque, la que mide de largo los 195 m que se corren con el corazón. No entro sólo, a mi lado, delante y detrás hay muchos corredores. En mi interior, vais todos los demás. Lo hemos conseguido, y con qué marca: 3 horas, 49 minutos y 47 segundos (media de 5:27 min/km).

No os hacéis una idea de las cosas que se me iban pasando por la cabeza.


Al pasar la meta, muchísima emoción. Se me saltan las lágrimas hasta que me ponen la medalla y me dan (por fin) una botella de bebida isotónica. En seguida veo a JuanRa, a quien abrazo. Le han salido 3:48:14. Luego a Lázaro, que ha entrado instantes después, en 3:48:50 netos. Pedro de la Rosa también está allí, que ha debutado con unos inapelables 3:23:01. Laureano llega fundido y medio cojo, pero ha bajado de las 4 horas en su debut, con 3:54:46. Al último que veo es a mi hermano Andrés, esperando a que le den un masaje. Tras cuatro Mapoma sin poder bajar de las 4 horas, hoy, en su 5º maratón, se ha calzado una marca de 3:33:56.

No puedo quedarme a esperar a los demás, y tampoco sé cuánto tardarán. Me despido de todos hasta la próxima y, fuera, al otro lado de la valla, mi mujer me da la más importante de todas las felicitaciones. Ella nunca pensó en que esta carrera que tan importante era para mí me fuera a salir mal.

Gracias otra vez, sin tí no hubiera sido posible.

A todos los demás: gracias por estar ahí.
De nada por estar aquí.

Salu2.

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