sábado, 30 de marzo de 2019

Maratón de Oporto 2018 - Maratona do Porto 2018 - Porto Marathon 2019

El pasado 4 de noviembre de 2018 participé en el Maratón de Oporto o, como le dicen en Portugal, Maratona do Porto.


Diosss, qué pereza me da. Me animaré pensando que voy a intercalar algún texto usando el futuro de subjuntivo, amén de alguna frase que se repite en todas las crónicas.

Me pongo a escribir esto el 20 de marzo de 2019, nada menos. Apenas me acuerdo ya de los detalles, pero me prometí escribir algo de cada maratón, así que ahí voy.

Para empezar, decir que es el 2º maratón que corrí en 2018, después del de Madrid (22 de abril). Aquel lo acabé con muchísima fuerza, y la sensación fue tan buena que quise repetir cuanto antes… sobre todo desde que no echo tantísimos kilómetros a los entrenamientos específicos, saliendo casi el mismo resultado final.

En principio Oporto en particular no me llamaba demasiado la atención, puesto que la vez que estuve en Lisboa me llevé una impresión malísima de la ciudad. La elección vino sobre todo por la fecha, pues al coincidir con el puente del 1 de noviembre (“Los Santos”), sólo cogiendo un día de vacaciones (el lunes día 5) se podía uno marcar un buen viaje. Además, ventaja de poder ir en coche (desde Albacete son unos 800 km), un poco paliza pero más se tarda muchas veces en total entre ir a Madrid, esperar el avión, etc.


El apartamento que cogimos creíamos que estaba algo más retirado del centro, pero estaba bastante bien ubicado. Además aparcamos en la misma calle, a la primera, y sin zona azul… ¡genial! Oporto me ha parecido una ciudad chulísima. Todo lo importante que ver está muy recogido y se va andando, no como otras ciudades que tienes que andar cogiendo metros y buses. Aquí está todo más o menos cerca. Lo que más echa para atrás, si acaso, a la hora de andar no es el cerca-lejos, sino el arriba-abajo. El que haya ido sabrá por qué lo digo, y el que fuere allí lo descubriere.

Poco más me voy a extender de Oporto. Una pega quizá también sea el clima. Nos llovió fino a ratos, salvo el día de la carrera por la tarde, que llovió a cántaros, así que aprovechamos para descansar y nos quedamos en casa descansando y viendo la tele (p.ej.: el Maratón de NYC que se corre el mismo día siempre o casi siempre, que yo sepa). Habrá que volver a Oporto con un poco de mejor clima, porque me ha parecido un sitio genial.


La tarde de antes de la carrera fuimos a por los dorsales a una antigua instalación aduanera, sin mucho más que destacar: lo de siempre, stants de ropa, complementos, alimentación, cremas y otras carreras. Allí el tipo del Benidorm Half nos recomendó visitar un medio-bar-medio-tienda que está enfrente a la “Feria del Corredor” llamado “Armazém”, que estuvo super curioso (buscádlo en google).

El día de la prueba lo habitual, desayuno, drogas, ropa, mochila para dejar en el guardarropa, etc., y quedamos en la parada de Metro los de siempre, esto es, Juanra y servidor de ustedes. Llegó tarde el muy cabrón y casi me congelo.

Teóricamente el Metro había que pagarlo, aquí no había gratuidad para corredores, pero como no hay taquillas, no sacamos billete, pensando en hacernos los tontos/locos si nos lo pedían los revisores, pero ni falta que hizo.

El Metro, recomendado por la organización para ir a la salida, iba abarrotadísimo. Llegamos a la zona de salida/meta con nuestros ya míticos “monos de pintor”. Aclaración aquí: si hay algo un poco chungo de esta carrera es la ubicación de la salida/meta, aunque también en otras carreras ocurre algo similar. Había que ir hasta una especie de barrio (de hecho creo que pertenece a otro municipio) a las afueras, concretamente al norte de Oporto, llamado Matosinhos. Y terminada la carrera, regresar desde allí al centro de la ciudad.


Dejamos nuestras dos mochilillas, que nos dieron al recoger el dorsal, en el guardarropa, últimos tragos de agua, isotónicas y drogas, visita al WC a dejar caer allí el último e innecesario lastre, y camino a la salida con el tiempo más bien justo. No éramos demasiados, no sé cuantos miles habríamos allí, pero no demasiados. Buen ambiente, no excesivo.

Aquí viene la típica explicación del recorrido, pero esta vez mezclado con lo que es la descripción de lo ocurrido en carrera:

Se sale, junto al mar, todo muy idílico, de un punto que llamaré S. Ahí se da una vuelta a un parque enorme (Parque da Cidade), en lo que se van ya unos 5 km, llegando a una enorme glorieta con una especie de escultura echa con aros y redes, que llaman “Anémona”, punto A, que estará como a unos 300 m de S. Desde ahí se gira hacia el norte, es decir, en sentido contrario a donde estaría el centro de Oporto. Antes de completar la vuelta al parque paramos a mear (única vez) y cometo el error supino de detener el GPS, y sobre todo de olvidarme de reiniciarlo, con lo que me salto unos 600 m de carrera.

Se recorren unas calles que no aportan mucho hasta llegar a una zona portuaria donde se pasa junto a un puente levadizo del que se ve que están bastante orgullosos allí, donde se da la vuelta y se recorre todo en sentido inverso.

Nota antes de proseguir: a ojo, el 99% de la carrera que no es la primera vuelta inicial al parque, es todo recorridos de ida y vuelta en los que te puedes ir cruzando con gente que va delante o detrás de ti. Cuando llegamos al km 6 aprox. ya venían los primeros en sentido contrario por lo que era su km 10-11 aprox., y no dejamos de cruzarnos gente hasta el km 30 y pico. Ahí no recuerdo si llegamos a cruzarnos con el coche escoba, pero por esa zona el recorrido hace una especie de “T” y, aunque sí pasabas por un sitio donde ya habías pasado en sentido inverso, por ahí ya quizá no quedara nadie. Véase mapa para mayor entendimiento, o pásese al siguiente párrafo sin más preámbulo.


A la altura del km 12 aprox. volvemos a pasar por el punto "A", la Anémona, y luego por "S" en el mismo sentido que el inicial, y ahí iniciamos el recorrido por todo el litoral (atlántico primero, rivereño depués) en dirección hacia el centro de Oporto. En esta zona también coincidíamos con el recorrido de regreso, pero aún no les había dado tiempo a los primero a llegar aquí. Pero como nosotros íbamos avanzando y ellos también, al llegar aprox. nosotros al 19 (más o menos frente a la Feria del Corredor – antigua aduana) nos los acabamos cruzando. En esta zona había una especie de castillos-fortalezas costeras que molaban, podría mirar los nombres, pero me la suda y no me acuerdo… míralo tú, oh, querido lector, si te interesa.

Al fondo, La Anémona. Yo, cara de sueño (realmente, me estaba cagando)

Entre el km 20 y 21 se cruza el puente de Don Luis I (punto “P”), por la calzada inferior, evidentemente… subir sería un putada de las gordas. Poco antes, en la zona típica de la Rivera estaban nuestras familias para darnos ánimos.


Pasamos pues a Gaia donde cruzamos el medio maratón y seguimos cruzándonos con corredores todo el rato. A veces llovía un poco, a veces no. Nunca llovió muy fuerte, por suerte. Llegamos a otro giro de 180 grados (punto "G", de Gaia, aunque no lo voy a volver a usar) y deshacemos el camino otra vez hasta el puente “P”, que esta vez caía en el km 29, calculo a ojo.


De momento no ibamos mal ninguno de los dos, pero en mi caso poco más me iba a durar la lozanía. Aquí vimos a nuestras familias otra vez, por sorpresa, junto a las bodegas de Gaia, y por poco no nos ven ellos a nosotros… por suerte los chiquillos estaban haciendo el típico gesto para que les chocasen las manos los corredores.


Al cruzar el puente "P" por segunda vez, en vez de girar a la izquierda para volver hacia la salida, nos volvíamos a alejar hacia la derecha, para dar la vuelta en el punto "S", de sofoco. P→S era cuesta abajo, ligeramente, pero claro, S→P era para arriba. Aquí es cuando me empecé a venir abajo. Me dolían las piernas y empecé a aflojar. Juanra empezó con la ya más que entrenada táctica de, para no agobiar, adelantarse el espacio que hiciera falta.

No le llegué a perder de vista cuando se detuvo, a la entrada de un túnel que hay junto a "P" (donde se habían cobijado de la lluvia muchos espectadores amigos y familiares, incluídos los nuestros). Allí me “pelaron” un paracetamol que tomé con algo de agua y drogas.


Esto era el km 33 aprox. Empiezan los cálculos: creo que llevábamos 3 horas… como quedan 9 km, si los hago a 6 min/km, son 54 minutos, así que llego en 3:54. Muy bonito así pensado, y eso que esperaba llevar un ritmo más rápido, digamos de 5:45 como muy lento.

Así que seguimos al trote cochinero, Juanra definitivamente se pierde y me quedo solo. Calculo que en el km 35 me adelantó el grupo que seguía al práctico de las 4:00 horas, así que empecé a dudar de mis cálculos. Intenté engancharme durante… ¿10 segundos?... y luego los dejé marchar para seguir a mi ritmo.

No recuerdo muy bien los km que vinieron, pero aproximadamente del 36 en adelante tenía unas ganas terribles de detenerme a andar, pero intenté animarme de muchas maneras, saludando gente a quien básicamente se la sudaba, mirando el paisaje, los parques, las palmeras, siguiendo la línea del eje de la calzada, admirándole el culo a alguna corredora, asombrándome con el oleaje del Océano Atlántico, etecé, etecé… pues sabía que si me paraba me caería una minutada tremenda.

Así que no caminé, no me detuve. Únicamente paraba un poco cuando había avituallamientos, para beber el agua y las isotónicas mejor, pero rápidamente continuaba con mi trote. Y acompañando a ese trote y a mi respiración, en mi cabeza me repetía una y otra vez: “No me paro, uff, uff, sigo, uff, uff”, así durante lo que se me hizo una eternidad.

Esta es la estatua ecuestre, pero claro, aquí íbamos bastante más frescos que después de casi 4 horas.

Por fin, al fondo, muy al fondo, muy, muy, muy al fondo, veo una estatua ecuestre. Ya habíamos pasado por ella antes, al poco de tomar la salida y, luego otra vez, tras dar la vuelta al parque y a la zona porturaria de Matosinhos, al poco de volver a pasar por la salida… así que ya estaba cerca de la meta.

A estas alturas me veía más solo que la una. Los recuerdos que tengo es que no había corredores en este tramo. Solo me recuerdo a mí mismo allí, corriendo bajo la lluvia, con el objetivo parcial de llegar a la estatua sin detenerme… se me hizo eterno pero me fui acercando a ella, lenta pero inexorablemente, y por fin lo conseguí.

Al aproximarme vi que algunos corredores daban la vuelta a la glorieta que allí había separándose mucho del bordillo, como haciendo metros de más innecesariamente. Pensé que yo apuraría un poco más para hacer más corto el sufrimiento, pero al llegar vi que era imposible con los charcos. Así que tuve que hacer lo mismo que hacían todos, alargar metros… qué mala suerte, pero por lo menos ya estábamos en el 41.

Paso entonces por la salida, o punto "S", pero ahora en sentido contrario al inicial, y ya no queda nada. La meta no está exactamente en el mismo sitio que la salida, pero sí muy cerca. Solo hay que pasar otra vez junto a la Anémona, punto "A", que ahora se mecía de manera hipnótica, y subir un pequeño repecho para acceder al Parque da Cidade donde estaba instalado todo el tinglado de meta y demás.

Allí, en ese breve repecho previo al parque estaba parado Juanra, que llevaba unos pocos minutillos esperándome, una vez que su GPS ya había marcado los 42195 metros. En el último maratón que habíamos corrido juntos, Estocolmo 2017, hizo lo mismo. Así que entramos al parque, pasando bajo un montón de arcos hinchables publicitarios, satisfechos por haber terminado dignamente, sin detenernos a caminar, haciendo frente a una casi constante lluvia.

Unas pocas estadísticas: el tiempo oficial fue de 4:03:30, pero el tiempo real o neto fue de 4:01:36. Es decir:
  • tardamos menos de 2 minutos en cruzar la salida, desde el pistoletazo, lo que da una idea de lo poco masiva que es la carrera.
  • un minuto menos que la marca conseguida en Madrid el 22 de abril.

Aquella carrera, Madrid, es más dura en cuanto a perfil, “en teoría”, y además me paré a cagar mandar un fax y perdí unos 2 ó 3 minutos; pero en Oporto hizo peor clima y aunque aparentemente hay menores desniveles, lo que sí hay es una constante sucesión de “microsubidas” y “microbajadas” que hacen la carrera bastante rompepiernas casi sin notarlo; además aquí llovió e hizo viento, por lo que juntando todos estos factores y a pesar del sufrimiento, mental sobre todo, vivido los últimos kilómetros, considero que hice una marca muy digna.

Al llegar a meta, por lo menos a mí se me quitó totalmente el cansancio y me quedé bastante entero, curiosamente. Llovía y no había donde meterse, pero lo que si hicimos fue empezar a llenar una bolsa con isotónicas, agua, plátanos, mueslis, batidos y lo típico en estos casos. Estaban dando cerveza, así que nos tomamos un buen vaso de cerveza negra, así a cara de perro. Y a pesar del frío entró bien.


El siguiente reto era recoger la mochila, donde habíamos dejado los móviles, chándal, gayumbos secos, etc. Pero esto iba a ser un esfuerzo colosal, porque la organización era nefasta y la aglomeración de gente tremenda. Las mochilas estaban muy mal ordenadas y los voluntarios, a punto de volverse locos, hacían lo que podían. Estuvimos allí un buen rato pasando frío y mojándonos, pero puedo decir que tuvimos suerte, porque cuando por fin nos dieron las mochilas y nos salimos de aquella zona, en ese momento el mogollón (no se le puede llamar cola) de personas era el doble o el triple de grueso que cuando llegamos nosotros.

Un espectáculo lamentable que se podría haber previsto poniendo mucha más gente para ello, mucho más espacio para las colas, mucho mejor ordenado, como se ve en otras pruebas. La organización hizo al día siguiente un comunicado lamentándolo amargamente y con sinceridad, promentiendo que algo semejante jamás les volvería a ocurrir.

En una escueta carpa nos cambiamos a lo jíbiri con ropa seca y deshicimos el camino al Metro. Lo malo es que en esta zona el Metro es más bien un tranvía, así que nos tocó helarnos un poco más mientras esperábamos-lo. Eso sí, por suerte luego hicimos el trayecto sentados. Y gracias al roaming de datos y llamadas en la UE, informando a todos nuestros allegados de nuestra ¿hazaña?

Conclusiones: este de Oporto ha sido mi maratón nº 10. A saber:

1.- Madrid 2006
2.- Madrid 2008
3.- Valencia 2011
4.- Roma 2014
5.- Paris 2015
6.- Londres 2016
7.- Berlín 2016
8.- Estocolmo 2017
9.- Madrid 2018
10.- Oporto 2018

De momento no me han quedado ganas de preparar, organizar el viaje y correr ningún maratón más. Ni siquiera NYC, del que contarán maravillas, pero al cual tengo vetado por razones diversas. Que cuenten lo que les salga la polla quieran, no creo que vaya a correrlo nunca. Otros grandes maratones de Europa sé lo que van a ser, porque ya he corrido algunos de los más multitudinarios: mucha gente corriendo, mucho público, muy buena organización, pasar corriendo por algunos lugares emblemáticos, pero con una mayor parte del recorrido por sitios que ni fú ni fá, una camiseta y una medalla… básicamente no es más que eso. El único que me llama un poco la atención, de los que no he hecho, es Frankfurt. Pero antes repetiría Londres, París, Berlín o Roma que ir a Copenague, Dublín, Varsovia, Oslo, Helsinki, Praga, Budapest, etc. A Barcelona y Sevilla no me apetece ir, a Valencia tampoco repetir, y mucho menos aún a San Sebastián, Bilbao, La Coruña ni ninguno de los “menores” de España. Así que de momento punto y aparte con los maratones.

Eso sí, a Oporto voy a volver, más pronto que tarde.

Gracias por estar ahí.
De nada por estar aquí.

Salu2.
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