Alcalá del Júcar, sábado 4 de septiembre de 2010
Desde luego, este pueblo parte con la ventaja de ser uno de los más bonitos y singulares de la provincia de Albacete. Dicho esto, añado que es la carrera más bonita que he corrido este año, aunque claro, que me he perdido las de Riópar y Alcaraz, muy bellas también. Además consigue añadir al repertorio provincial de carreras la singularidad de tener la zona de salida y meta ‘junto a la playa’. También se añade un tipo nuevo de suelo que pisar: además de asfalto, caminos de tierra en mejor o peor estado, tartán (Hellín), monte-puro-y-duro (el tramo ese de Riópar), adoquín, alfombra roja y otros, esta vez hemos pisado arena de playa. Ah, y se han cruzado cuatro puentes.
El viaje ya resultaba prometedor en cuanto a los paisajes que ibamos a recorrer, puesto que alguien nos aconsejó, sospechosamente, que atajaríamos tomando la carretera que va de Mahora a Jorquera y de ahí a Alcalá. Lo de que se ataja está por ver, ya que ese alguien había pinchado una rueda en Albacete y aun así llegó antes que nosotros. Se lo apuntamos en el ‘debe’ (una explicación).
Además de esta anécdota intrascendente, recalcar que el pueblo, cuando llegamos Jose Javier, Willy y un servidor, estaba a rebosar de coches, aunque conseguimos aparcar relativamente cerca de la zona de salida. Eso sí, nos aprendimos bien el trayecto coche-salida, ya que hubo que repetirlo varias veces. Primero, hubo que regresar porque, aunque ya nos fuimos preparados para no volver, nos dieron la bolsa de obsequios junto con la recogida del dorsal (esta costumbre es muy recomendable para evitar los embotellamientos en la llegada a meta; total, el que quiera hacer trampas las va a hacer, así que chapó para la idea de dar la bolsa junto con el dorsal). Tras la carrera nos apeteció bañarnos en la piscina, así que vuelta al coche a por la mochila. En total tres veces ida+vuelta. Buen calentamiento y enfriamiento.
Junto a la playa nos damos cita una buena representación del Dosquince Albacete (10 individuos). Fotos, estiramientos, poco calentamiento, más fotos, saludos, etc. Lo de siempre, vamos. Pistoletazo y adelante. Enseguida curva a izquierda, con rampa, estrechamiento, tapón. Hay que ir andando unos metros, cosas que pasan, y empieza la carrera de verdad. La idea es cruzar el río y tomar la carretera que, río abajo aunque no siempre cuesta abajo, va hacia la pedanía de Tolosa. Con el sol a la espalda vamos marchando supuestamente cuesta abajo, aunque con toboganes. Las curvas son amplias. A nuestra izquierda (y en algunos tramos sobre nuestras cabezas) se levantan las rocas calizas sedimentarias estratificadas de las hoces del Júcar, río que discurre a nuestra derecha. A nuestros pies, la carretera presenta un asfalto en excelentes condiciones. Poco a poco el pelotón se estira y cada cual va ocupando el lugar que le suele pertenecer.
Aproximadamente media hora después de la salida, vemos al fondo las casas de Tolosa. Pero bastante antes de llegar abandonamos el asfalto y nos metemos a la derecha, abajo, hacia el río, pisando la alfombra de cronometraje intermedio para después cruzar el río por una pasarela. Aflojé el ritmo para contemplar cómo el río se extendía a ambos lados y discurría lánguidamente: cruzar un curso de agua me resulta siempre extremadamente gratificante, mucho más cuando tiene las dimensiones de hoy.
A partir de este punto, tan singular como espectacular, comienza la parte más dura de la carrera. Ahora vamos río arriba, supuestamente cuesta arriba (aunque en la margen opuesta no se haya notado demasiado lo contrario), por un camino pedregoso aunque no totalmente impracticable: vamos, como muchos otros por los que ya hemos corrido otras veces en otros lugares. Aquí a este lado del río le llaman ‘la umbría’, y en efecto daba bastante sombra. Por deformación profesional pensé en el gusto que tendrá que dar el camino en invierno después de una nevada: un manto blanco congelado y duro, sin sol que lo derrita.
Sobre el km 7 un repecho un poco más duro y largo, luego vienen otros. Además, ya estamos más cansados. Yo me engancho a un grupillo que me adelanta y sin el cual el paso se me iba haciendo cada vez más cansino y sin ritmo. Por fin, empieza a verse el pueblo, acostado sobre la ladera de la hoz que hace el río. Empezamos a pasar por las primeras casas para después cruzar de nuevo el río por un puente con piso de madera. De inmediato una gran cuesta, incluso con escalones, que se agarra, gira, se retuerce y sigue subiendo. Agradecido, como siempre, le pego un ‘hachazo’ al grupillo que me había traído los últimos kilómetros y llego sólo a la iglesia, pero aún hay que bordearla por debajo de un andamio. Ahora sí, la famosa rampa con escalones que consigo bajar de uno en uno a grandes zancadas hasta la mitad, después un poco más prudente. El último puente, el de piedra con forma de lomo de asno, nos mete de golpe en la playa desde la que sólo quedan 50 m hasta el arco de meta. Fin, hemos llegado: preciosa carrera.
Como ya no había que recoger bolsa de obsequios (que se compuso de camiseta técnica roja con incrustaciones retroreflectantes, muy ponible, barrita de muesli, botella de agua de 1,5 litros y no recuerdo qué más), pasamos directamente a la barra donde se servían bebidas isotónicas y refrescos, y después a la pista polideportiva donde unas largas mesas estaban repletas de frutas varias, rosquillas (que volaron), patatas fritas y otros snacks.
Amplio despliegue de voluntarios de todo tipo, con ganas de quedar bien, y que además lo consiguieron. Como mejora para el año que viene, el agua de los avituallamientos no estaba fresca y me comentan que los últimos llegados encontraron las bebidas de la meta, análogamente a las del recorrido, no frescas sino simplemente ‘del tiempo’. La disposición de la piscina para la relajación post-carrera, un lujo que creo que por este año se nos ha acabado (¿nos dejarán usar la climatizada en alguna de las carreras que quedan?).
Por lo que a las clasificaciones se refiere, venció Francisco Lázaro Sesa con 39:33, y en féminas Pilar Igarza con 45:42. En cuanto a nuestro humilde club, amplio abanico de cronos desde los 49:59 de Fran Olivas, pasando por los 58:20 del que os dedica estas líneas, y ya por encima de la hora, los 1:00:36 de Dioni, Blas y Willy hacen 1:02:06, Jose Carratalá 1:05:36 y un pelotoncillo a cuadros formado por María, Lombardía, Pablo y Sebas, con 1:16:37.
Poco más que no se haya dicho ya, así que, hasta el año que viene, Alcalá del Júcar.
by albertorey
Salu2.